sábado, 10 de marzo de 2007

Litto Nebbia

Solo se trata de vivir

Por Ricardo Murad

Es una institución en Argentina. Pionero del rock en latinoamérica, creador del rock en castellano. Hacia principios de los ´70 comienza a experimentar la música de fusión con el tango, folclore argentinos y elementos de jazz. Uno de los compositores más prolíficos que ha dado este país, y que supera los cien discos como titular o músico invitado. Hoy posee un sello independiente donde edita, sin presiones, diversas músicas con el denominador común de la calidad, también publica en colaboración con Nuevos Medios a artistas españoles. Litto Nebbia es referencia obligada cuando se habla de la música argentina de los últimos treinta años, y todavía continúa creando.

Para los argentinos es parte de su idiosincrasia, como el mate o el obelisco. Es también testigo de la evolución personal de muchos que han compartido su vida con sus canciones, que refleja como nadie el sentir de esta compleja identidad, que es ser argentino. Cada etapa de la vida de este país se ha visto reflejada en su música o en sus letras. Sus canciones han sido himnos entre los estudiantes, y a veces consuelo en los dramáticos momentos de la dictadura. Su honestidad artística y personal, y su compromiso con las clases menos pudientes, lo llevaron a un largo peregrinar por Méjico, EE.UU y Brasil. Pero Litto, como en sus canciones “...no puedo vivir sin ti, mi tierra...”, regresó y siguió militando en la coherencia. Al regreso de la democracia ocupó un cargo en el gobierno de Menem relacionado con la cultura, al que renunció, agobiado por la burocracia. Esto coincidió con la venta de su discográfica a capitales extranjeros, que dejó a Litto por primera vez en su carrera con la libertad de realizar un ambicioso proyecto: crear su propio sello.

Este año estuvo de gira por España, tocando en pequeños clubes, donde se pudo ver a una buena cantidad de músicos argentinos que viven aquí, y a otros, como a Pedro Guerra, que declara su admiración por la música que se produce en el cono sur. Litto tuvo excelentes críticas en los periódicos, y su música, siempre exenta de cualquier concesión a la comercialidad, encandiló a quien tuvo la oportunidad de escucharle.

Cuéntanos cómo fueron tus comienzos

LN - Tuve la suerte de empezar a tocar música y a estudiar a los 8 años con mis padres. Esto me permitió meterme desde muy chico en la profesión, y además me dió la posibilidad, a los 12 años, de estar en contacto con el jazz, escuchar a Astor Piazzola, y participar de los inicios de la Bossa Nova, Antonio Carlos Jobim, Joao Gilberto y Vinicius de Moraes. Por esa época comencé a escribir mis primeras canciones, y naturalmente lo hice en castellano. Esto era una cosa completamente nueva en Argentina. Las canciones que se escuchaban en español eran versiones de canciones en inglés, cuya letra nada tenía que ver con nuestra manera de hablar, con nuestra idiosincrasia. Entonces formé el primer grupo, cuando todavía era un adolescente. Este grupo se llamó ‘Los Gatos Salvajes’, y con él grabé mi primer disco en 1965. Yo tenía 16 años y significó el primer paso en este tipo de proyecto, es decir música cantada en español, y que reflejara las vivencias cotidianas de un joven en su propio entorno. Este disco está reeditado en formato CD. Cuando salió este disco no tuvo mucha aceptación, nadie componía de aquella manera en esa época y finalmente el grupo se desintegró por falta de trabajo. Al año y medio, con otro integrante de ese grupo, Ciro Fogliatta, que vive aquí en Madrid, formamos otro grupo que se llamó ‘Los Gatos’. La suerte fue muy diferente. Nada más salir el primer disco, vendimos 300.000 copias. Esto nos situó primeros en las listas en todo latinoamérica y fue el comienzo de mi carrera profesional. También fue el inicio de un movimiento que generó la creación de otros grupos con otros estilos, otras músicas y otras letras, con el denominador común del idioma español.

A partir de los comienzos de la década del setenta hubo una explosión creativa en Argentina, que sentó las bases de la evolución de los ultimos casi treinta años. Grupos como Almendra, Manal, Vox Dei, y Sui Generis marcaron el comienzo de una época, de donde salieron nombres bien conocidos en España, tanto por sus interpretaciones como por sus composiciones: Charly García, Luis Alberto Spinetta, León Gieco, y posteriormente Fito Páez, Lito Vitale y un gran etc. Pero Litto, rebelde e intuitivo, ya estaba creando la fusión.

Brevemente, ¿cómo fue el panorama de la música que escuchaba la juventud en ese momento en latinoamérica?

Sólo se escuchaba música extranjera, esa música era en su mayor parte norteamericana, inglesa o italiana. Los adultos también escuchaban boleros, pero los jóvenes básicamente consumían los refritos de lo que se escuchaba en EE.UU.

¿Cómo ha evolucionado tu carrera desde entonces?

Por mis características personales, soy un músico que no me quedado con lo que ocurrió al inicio de mi carrera. Siempre he seguido estudiando y juntándome con otros músicos y a comienzos de los ´70 estas uniones determinaron otro horizonte a mi carrera. Comencé a hacer música con gente mayor que yo, de otra generación y sobre todo de estilos muy diferentes. Esto sorprendió a mucha gente, que no entendía como un músico de rock podía tocar con músicos de tango, jazz o folclore.

¿Te refieres a la “Nebbia´s Band”?

Si, porque en ese momento hice cosas con Domingo Cura, Manolo Juares, tocaba con bandoneonistas como Dino Saluzzi o con Roberto ‘Fats’ Fernández. Esto, de alguna manera, marcó el comienzo de la música de fusión en Argentina, que no fue fácil, ya que fue rechazada por la gente más ortodoxa. Hoy en día, es una cosa normal que un grupo se fusione con músicos de otro género. Esta música incluía elementos de jazz, como la improvisación, elementos de la rítmica del folclore, pero no reproduciendo el folclore en su forma armónica tradicional, sino en su rítmica. También incluía elementos de la música brasilera y del tango, la música ciudadana, pero fusionando estos elementos con mi estilo, que está dado por la forma en que tengo de escribir las canciones, la forma de cantar y de tocar los instrumentos.

¿Con qué músicos has tocado, tanto en Argentina como en otros países, incluyendo a España por supuesto?

En Argentina he tocado y grabado con medio mundo. He tocado con una gran variedad de músicos, justamente por esta actitud que he tenido desde los ´70, desde la época de la fusión. Gracias a esto he tenido la suerte de estar tocando hoy en día con el violinista del mejor quinteto de Astor Piazzolla, que es Antonio Agri, y me permite mantener una relación con Virgilio Expósito, que es 30 años mayor que yo, o tocar con Roberto ‘Fats’ Fernández, que es el mejor trompetista del país, y que ha tocado y grabado con Winton Marsalis.

En Brasil he tocado y grabado recientemente ‘Ponto de Encontro’ en trío, con la participación de Serrenato, que es uno de los integrantes de ‘Boca Libre’, y Victor Biglione, que es guitarrista de jazz, y que ha grabado con Gal Costa, Joao Bosco, etc. Está grabado en ‘portuñol’, ya que tiene partes cantadas en portugués y otras en castellano. Vamos a repetir esta experiencia otra vez este año con Victor y Wagner Tiso (el alter ego de Milton Nascimento). He tocado en Brasil muchas veces, tuve amistad con Elis Regina, Hermeto Pascoal, Milton Nascimento y Tom Jobim. Lo que ocurre es que la relación es más estrecha por la cercanía y mis discos han salido allí. Me ocurre igual con Uruguay. En EE.UU. he grabado con músicos de jazz como Michael Urbaniak, Jeremy Stayt (flautista) y Eddie Daniels (saxo). He tocado en Argentina con Wynton Marsalis, Hugo Fattorusso y Rubén Rada de Uruguay.

En España no tuve un contacto muy fluído porque mis discos no salieron aquí, y no tuve tiempo para explorar este mercado, pero conozco la música. El flamenco es lo que más me interesa, lo que creo es lo más original: Paco de Lucia, Camarón, Tomatito, Quetama, Pata Negra, José ‘el francés’, Morente. Con Javier Ruibal he grabado un disco en Argentina, al que le faltan un par de temas que vamos a terminar este año. Me llamó la atención un disco de Amancio Prada que me gustó mucho. Otro músico que escuché hace tiempo es Pedro Ruiblas, y de quien ahora no he visto nada. No conozco todo el panorama pero me he comprado muchos CD´s para llevarme.

Has creado Melopea, tu propio sello discográfico. ¿Cómo fue el origen?

El sello fue creado hace 8 años, y fue la concreción de un sueño y de una actividad que yo ya realizaba de forma irregular, que era producir otros artistas, es decir tipos que me gustaban y que hacían músicas muy distintas a la que yo hago. El sello está abocado a la grabación de este material, y posee un catálogo muy extenso, dedicado a registrar toda la cantidad de matices de lo que se hace en Argentina con la música popular. En general la música más auténtica, la de más calidad, es cada vez más despreciada por las discográficas, que sólo apuestan por el material más efectivo en término de ventas. Comencé a grabar tango en la manera más tradicional, el nuevo tango realizado a partir de Piazzolla, algunas cosas de folclore, y también música instrumental, jazz argentino, bandas sonoras y mis discos personales. Este es el material que básicamente edito. Tenemos un estudio digital muy completo, que me permite algo que es lo más importante en la música: la independencia, tener la libertad para hacer, artísticamente, lo que uno quiere. Cuando se habla de un sello independiente, siempre he entendido eso, grabar lo que uno quiere, y sobre todo no estar atado a las leyes del mercado.

¿Los músicos que graban en tu sello tienen algún condicionante, deben seguir alguna línea?

No, en absoluto, los músicos que produzco ya tienen su estilo y su trayectoria. Lo único que hago con ellos de común acuerdo, es hablar acerca de cómo será la producción, e intentar sumar ideas, conceptos, desde mi experiencia como productor y músico. No necesariamente todos los músicos, por más bien que toquen, tienen una idea acabada de cómo debe ser la producción de su propio disco, y a veces ni del sonido que quieren. Colaboro en la producción con lo que yo creo que hace falta, y siempre de común acuerdo con el artista. Ocurre también que, a veces viene un artista con su grupo con temas que les pertenecen, y que están arreglados por ellos. En ese caso mi tarea es trabajar con el sonido, qué tímbrica va a usar cada instrumento, cómo se va a compaginar el disco, cómo va a ser la grabación, la mezcla final, la portada, etc. En los casos en que el artista es solista pero no es compositor, hay que elegirle el repertorio, hacer los arreglos, elegir los músicos. Básicamente estas son las tareas de producción.

¿Cuál es tu relación con Nuevos Medios aquí en España?

Nuestro sello ha trabajado con músicos argentinos, aunque hemos sacado otros artistas, que coincidían con el planteo de nuestra discográfica en términos de calidad. También, de alguna forma, embellecían nuestro catálogo, como algunos discos de Miles Davis con John Coltrane, un disco de Charlie Parker, otro de Gonzalo Rubalcaba, Hermeto Pascoal. Con esa misma idea trabajamos con artistas del nuevo flamenco, que, personalmente, creo que es la música más representativa de España. He conocido, aparte de Paco de Lucia y Camarón, otros músicos como Tomatito, Pata Negra, Ketama, Canizares, Morente. Todos ellos publicados en Nuevos Medios, el sello que se dedica desde hace más de diez años a toda la música que me gusta. Por este motivo se me ocurrió que el sello tenía las mismas características artísticas que nosotros, porque es un sello que se dedica a producir la música de raíz, de su lugar de origen. Entonces tomé contacto con Mario Pacheco, el dueño del sello. Él conocía también nuestra discográfica y, por suerte, de entrada nos caímos bien. Hay una idea en común de cómo y qué artistas producir. Todo esto desembocó en un contrato para que cada uno difundiera la música del otro. Melopea, aparte de sus propias actividades, son representantes y editores del material de Nuevos Medios para América Latina, y Nuevos Medios hace lo propio en Europa con Melopea. Es un proyecto muy ambicioso, porque permitirá descubrir esta música que no se conoce en América Latina. Sí se conoce el género, pero no los artistas. Ellos, en la misma línea, han editado un disco de Virgilio Expósito, de Adriana Varela, en estos días uno mío, la semana que viene uno de Roberto Goyeneche, Anibal Troilo, Nestor Marconi y Antonio Agri. Lo mismo sucede con el tango, se conoce en todo el mundo, pero no los artistas, formas y estilos. Creo que esta colaboración va a ser muy beneficiosa para ambos. Tenemos planeado hacer unas 15 producciones anuales cada sello.

Volviendo a tu labor como músico, ¿cómo compones?

Suelo tener mucha música adelantada, sin letra. Me siento en el piano, tomo la guitarra y me salen temas, melodías. A veces recupero esas grabaciones y digo, bueno esta melodía me gusta, voy a trabajarla más, o aquí voy a hacer ponerle una letra. También tengo cuadernos con cosas escritas, ideas, esbozos, letras, y pienso en ponerle música. Estas son las dos formas principales de componer. A veces, pero esta es la forma mas difícil y más feliz, se te ocurre música y letra al mismo tiempo, y cuando pasa esto, suelen salir temas más redondos, como por ejemplo: ‘Solo se trata de vivir’, ‘El bohemio’, ‘Distraídos’. Estos temas son diferentes que otros, que van evolucionando con la tarea de la composición.

¿Tienes un método para componer?

No (un no rotundo), no existe ningún método. Existe que uno está enchufado, con las antenas paradas, que uno es una esponja sensible a las cosas que pasan alrededor. Todo el conocimiento técnico que se tiene de la armonía, cómo escribir estéticamente una idea o desarrollar una letra, debe formar parte de tu persona. Es el estilo que uno tiene para escribir, que es la herramienta sensible. No debe utilizarse como una técnica, debe salir espontáneamente.

¿Qué opinión te merecen los músicos que se sientan determinadas horas al día e intentan pescar algo?

Me parece muy bien, algunas veces lo hago, aunque no para pescar algo, sino por placer. A veces me siento 2 ó 3 horas al piano y salen un montón de cosas. Otras veces te tienes que sentar a escribir porque hay que terminar un trabajo, como por ejemplo cuando compongo una banda sonora. Es un trabajo muy arduo. Hay que escribir quizás 30 partecitas con algún acento dramático, tratando de compaginar la acción con la música, y todo esto con el tiempo exacto, además con fecha de entrega. Es como una obligación, pero también es poder demostrar tu capacidad, y tratar de sacar adelante un proyecto sin dejar de lado la inspiración.

¿Cómo eliges los instrumentos, cuáles tocas?

Yo toco básicamente piano, guitarra, bajo, percusión, sintes y otras cosas vocales, aparte de cantar. Cuando escribo una música, ya sé la tímbrica sonora que voy a utilizar, los instrumentos, así como los músicos que han de intervenir, especialmente en la parte rítmica. Y si va a haber un solista de instrumento que yo no toco, como violín, saxo, trompeta o bandoneón, entonces elijo, aparte de la respuesta profesional y técnica, el estilo más apropiado.

Habíamos convenido que has evolucionado, pasando por diferentes estilos o colaborando con músicos muy diferentes. ¿Qué te ha aportado cada estilo musical últimamente, como el rock, el jazz, la fusión, el folclore, los boleros, los tangos?

Cuando comencé mis estudios formales a los quince años ya componía mis primeras cancioncillas. Eran composiciones muy humildes, pero las tocaba y cantaba de una manera personal. De esta forma, podía comprobar cómo evolucionaba mi música en relación a los conocimientos que adquiría, que era al revés de cómo se empieza primero a estudiar y luego a componer. Tenía contacto con la música a través de mis padres que eran músicos. Yo cantaba con ellos desde los ocho años. En casa se escuchaba música todo el día. Mi formación fue autodidacta, tocaba la guitarra de oído y tenía más aptitudes para la música que capacidad técnica. Trataba de sacar esos acordes que yo llamaba raros, que obviamente existían, pero nadie me los enseñaba. Por ese motivo debía de poner mucha dedicación, pero siempre vinculado a la composición. Posteriormente tuve la necesidad de aprender, y las canciones fueron mejorando, y yo ampliando mis horizontes musicales. En ese momento es cuando las influencias que has tenido se van decantando, y formando parte de tu propio estilo. Creo que lo máximo que te puede pasar en relación con la música, es que alguien te diga que escuchó una canción tuya y se emocionó. Esto te devuelve al momento en que fue creada, cuando uno mismo se ha emocionado. Es muy fuerte saber que esta canción ha servido para otra persona. Este mecanismo de retroalimentación te sirve para seguir con lo tuyo, más allá de la evaluación estética que pueda tener. Mis letras suelen ser muy directas y la gente se identifica con ellas. Otras veces, sobre todo con cosas más abstractas como la música, alguien se crea su propia historia de una determinada melodía, y pone un contenido personal, que no necesariamente es el que a mí me motivó esa melodía, pero ese poder evocar es igualmente válido.

¿Qué cosas le dirías a un músico joven?

Independientemente de los estudios formales que realicen, les diría que intenten lograr su voz personal. A veces hay gente que tiene la suerte de nacer con un sonido o con ideas musicales y con una personalidad propia, pero otra gente no. Esto no significa que no la tenga, sólo que hay que trabajar mucho. Cuando, a la hora de componer, te sale algo influenciado por la música que te gusta, tirarlo a la papelera y componer otras nuevas canciones, seguir y no conformarte. A lo mejor la primera cosa que te sale tuya es muy humilde, pero está bien que así sea. Creo que hay que evitar ser presuntuoso. Cuando yo tenía 20 años me gustaba Chic Corea, como tocaba el piano. Sabía por donde iba, y hubiera podido intentar hacer algo a su altura, pero si yo seguía trabajando y desarrollando mi propio camino, al final existía yo, existía Chic Corea, y existía otro. Pero a veces, el músico, por las cuestiones de competencia que existen en los ambientes musicales, se equivoca e intenta componer algo del color de la persona que admira. Esto, a largo plazo, no le va a servir para nada, porque si continúa estudiando, va a perfeccionarse, acercándose al sonido del músico que admira, pero no va a ser nadie. Esto no le va a dar una satisfacción musical y tampoco le va a dar una oportunidad profesional. El esfuerzo y el trabajo es muy importante. En la música comercial, y en la música de rock especialmente, hay docenas de músicos que inclusive tienen éxito, pero lo tienen con unas canciones que están escritas con la fórmula de otros, es decir que, lo que han hecho es cambiarle la cáscara a una cosa que ya está inventada. Esta forma de aprovechamiento comercial sucede y el público tampoco es tan puntilloso. Lo importante es que cuando una persona inventa una forma de canción, la desarrolla y crea un estilo. Si diez años más tarde viene otro que estudia, pero dentro del estilo ya creado, se está evitando 10 o 20 años de búsqueda. Por eso está mal que esto suceda.

No todo el mundo tiene talento. La gente que va a leer esto tiene un trabajo, una familia, y toca en casa...

No, yo me refiero a la gente que quiera trascender con su música. Hay que esforzarse.

¿Qué opinas de la gente que tiene éxito, fusilando cosas?

Hay buenos compositores que, en su afán por lograr el número uno, dejan su camino original, pero un compositor se da cuenta de eso. Es una decisión personal y al final una cuestión de ideología, y cómo quiere desarrollar su carrera. Yo personalmente he seguido una dirección que a mí me hace sentir bien, me siento libre. Hay gente que me critica porque no sigo la corriente.

¿Y la gente que hace cosas basadas en estilos que podríamos denominar clásicos, como Coltrane, Wes Montgomery o Miles Davis?

Dentro de la música de jazz que incluye la improvisación, es muy difícil, con los antecedentes que hay, con los grandes solistas y las escuelas de Parker, Coltrane, Miles Davis, que salga gente importante cada cinco años. Esta gente creó escuelas que duran treinta o cuarenta años, hasta hoy en día. A veces aparecen tipos nuevos como Pat Metheny, que aportan una música nueva. Él empezó desde muy joven, y mezcló con su música de tipo joven lo que había escuchado de sus maestros, y que a otros músicos de su edad no les interesaba. También en músicos nuevos de Brasil con personalidad, aparecen rasgos de Jobim. Esto es inevitable y está bien, no es una copia.

Fotografías: ©Ricardo Murad 1997

Recuadro

“El ‘Gordo Fernández’ es uno de los músicos de jazz argentinos más popular en EE.UU. Tuvo desde muy joven una gran capacidad de improvisación y una vena melódica impresionante. Lo mejor que tiene para mí es el sentimiento que imprime a su música cuando toca una balada o un tango. Y cuando toca con el “Fluger” te mata. Ahí reside su personalidad, a pesar de ser un fan de Louis Armstrong y Dizzy Gillespie.
Fue pasando el tiempo y, por cuestiones de la vida y cosas del destino, el primer disco solista lo grabó a los 50 años. Grabamos ese disco en Melopea con toda la ilusión de haberlo terminado, pero sin ninguna expectativa, pensando cómo vender un disco de jazz instrumental de un trompetista... , pero el disco empezó a venderse y ya estamos planificando la grabación del sexto. A partir del primer disco, el ‘Gordo Fernández’ comenzó a tener presentaciones internacionales. Viaja dos veces por año a EE.UU., lo contrataron para el festival de Jazz de Brasil, y el de Chile. Muchos de los artistas que viene a tocar a Argentina lo contratan como solista. Tocó con Gary Burton cuando vino a Buenos Aires, con Paquito de Rivera, y con la orquesta de Lalo Shifrinn ( músico argentino autor de la música de ‘Misión Imposible’).
Una vez llegó Winton Marsalis a tocar en Buenos Aires y escuchó al ‘Gordo Fernández’. Le encantó, y se quedó fascinado con su original forma de tocar, con su sentimiento. No se encontró con un trompetista latinoamericano que lo quiere superar en agudos, notas, virtuosismo y todo eso. El ‘Gordo Fernández’ invitó a Marsalis a su casa en ‘La Boca’ (el barrio italiano de Bs As), donde vive con su mujer y sus dos perros. El ‘Gordo’ no hablaba inglés y Wynton no hablaba castellano, y la mujer le preparó unos raviolis caseros, y así pasaron la tarde. A Wynton le impresionó muchísimo esta visita y le regaló una trompeta, que es una trompeta que le fabricaron especialmente en EE.UU. El ‘Gordo’ tuvo que viajar especialmente a EE.UU. para que le tomaran la medida del labio. Le hicieron una trompeta de oro, cuyo valor es cerca de dos millones de pesetas, y es el modelo ‘Wynton Marsalis’. Mientras sucedía esto, llegamos al cuarto disco, y ahí surgió la idea de invitar a Wynton a tocar. El ‘Gordo’ le escribió una balada y cuando Wynton vino a tocar a Buenos Aires, se pasó por el estudio, y grabaron ese tema, además de un tema de Armstrong. Esto pasa cuando te encuentras con tipos grandes, que son humildes, que tienen una especial sensibilidad.

Texto y fotos © Ricardo Murad

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